Con la primavera se alarga el tiempo que los pequeños pasan al aire libre, jugando con sus amigos en el parque. Una actividad fundamental para su desarrollo físico y emocional, y que como veremos en este artículo, rompe las barreras de género. Ese caduco lema de los niños, con los niños, jugando al balón; y las niñas, con las niñas, saltando a la comba.
Con la llegada del buen tiempo, de que los días se hacen más largos y anochece más tarde, a los adultos nos apetece pasar más tiempo en la calle. Y a los niños, por supuesto, jugar con otros niños.
Ya no urge tanto poner a los pequeños a las 8 a bañarse, cenar y acostarse. El ambiente huele a fin de colegio. A que solo quedan tres meses para las ansiadas vacaciones. Para su estación preferida, en las que todo el día parece una fiesta.
El parque es el ámbito natural de relación social de los niños. Se sienten libres. Es su espacio de juegos. No están condicionados a portarse bien, como lo están en el colegio. Solo quieren jugar, y cuando se trata de jugar, es secundario el género del compañero. A las niñas les gusta correr y saltar, como a los niños.
Los adultos nos hemos empeñado en imponer juegos diferentes a unos y a otros, tal vez, porque más adelante la sociedad les impondrá roles distintos. En el parque, las diferencias de género se diluyen, y más, cuánto son más pequeños.
Los beneficios de jugar en el parque.
El periódico El Mundo, en su suplemento para padres, “Sapos y Princesas”, resalta los beneficios que tiene jugar el parque para la salud física y emocional de los niños. Estas son las 5 ventajas fundamentales:
- Mejora la salud física.
Los niños de 4 a 12 años necesitan hacer ejercicio. Quemar energía. Correr, saltar, subir las escaleras, deslizarse por el tobogán. Toda esta actividad, que realizan al aire libre, ayuda a desarrollar la psicomotricidad y la coordinación. Fortalece los huesos y perfila la definición de los músculos. El ejercicio que se realiza combate la posibilidad de sufrir sobrepeso. La obesidad infantil es un problema en todas las sociedades avanzadas. No tanto por el aspecto estético, sino porque puede generar problemas de salud. Esa obesidad infantil proviene más de un estilo de vida sedentario, que del hecho de comer mucho. De ahí la necesidad hacer ejercicio para contrarrestarlo.
- Se desarrollan habilidades sociales.
En los parques coinciden niños pequeños y grandes. El juego es el elemento por el que entran en contacto y en que establecen las bases sobre las que se relacionan. Para los niños que son hijos únicos, el parque es una oportunidad para jugar con otros niños, fuera del colegio. Y para los que tienen hermanos, un ámbito para ampliar sus relaciones. Incluso las frustraciones que se producen en el juego, porque un niño ha perdido una carrera, o porque otro niño le ha quitado el columpio, les enseña a controlar sus emociones y a no aceptar las injusticias.
- Genera bienestar emocional.
El juego libera endorfinas. Produce sensación de alegría y satisfacción. En el parque a los niños el tiempo se les pasa volando. Pueden tirarse horas corriendo y no se dan ni cuenta. Esa felicidad que experimentan jugando es fundamental para una buena estabilidad emocional. Un niño feliz y equilibrado crece más sano.
- Potencia su independencia.
El parque es el territorio exclusivo de los niños. Un lugar en el que se pueden desenvolver con toda naturalidad. El sitio en el que ellos establecen sus relaciones con los demás. Los padres tendemos a vigilarlos para que no se hagan daño o no se pierdan, pero en el parque mandan ellos. Solo recurren a los adultos, cuando sucede una situación que no saben resolver.
- Estimula la imaginación.
A pesar de todo lo que ha evolucionado la tecnología. De que los niños desde pequeños tienen acceso a los móviles y juegan con consolas, curiosamente, cuando se juntan en un parque, siguen jugando a lo mismo que jugábamos nosotros y, que posiblemente, jugaban nuestros padres. A policías y ladrones. O a luchas de kung-fu. En el parque siguen triunfando los juguetes de siempre, y en estos, cada vez hay menos distinción entre chicos y chicas.
Estos son los juguetes reinan en el parque.
Las bicicletas. El juguete unisex.
Decía Fernando Fernán Gómez que las bicicletas son para el verano. Con la llegada del buen tiempo, los trasportes de dos ruedas abarrotan las zonas verdes de las ciudades. La bicicleta es el juguete unisex por antonomasia. Les gusta tanto a las niñas como a los niños. Montar en bicicleta es una de esas habilidades, como aprender a nadar, que todos los niños se empeñan en adquirir en la infancia. Cuando la dominan se sienten más independientes y les sube la autoestima.
Cuando nosotros éramos pequeños se establecía un protocolo para aprender a ir en bici. Con dos años ibas en triciclo. Cuando llegabas al colegio con cuatro años, tus padres te compraban una bicicleta o heredabas la bici de tu primo y le ponían ruedines. Después tu padre se empeñaba en enseñarte a ir en bicicleta sujetándote el sillín por detrás y corriendo tras la bici. Lo consideraban como una responsabilidad paterna.
Nuestros padres no pasaban tanto tiempo con nosotros, como pasamos nosotros con nuestros hijos. En ese sentido, nos dejaban más libres. Al final aprendías a ir en bici porque los otros niños del barrio ya la usaban. Por vergüenza torera, una tarde, sin saber muy bien por qué, dejabas de pegarte trompazos contra el suelo para mantener el equilibrio sobre las dos ruedas. Tu padre se sentía un poco frustrado. Le hacía ilusión haber sido él quién te hubiera enseñado a ir en bici. Pero la vida es así.
En la actualidad es muy diferente. No hay tantos paso intermedios. Nos dicen las vendedoras de Alfurnia, una tienda de juguetes online, que a partir de los tres años, incluso un poco antes, se les puede comprar a los niños bicicletas de equilibrio. Unas bicicletas sin pedales, que los niños las hacen funcionar empujándose con los pies y dejándose deslizar. De forma natural consiguen mantener el equilibrio, casi sin darse cuenta. No deja de ser sorprendente ver pequeñajos en bicicleta que apenas levantan dos palmos del suelo.
Ni los balones son tan masculinos, ni la comba es tan de niñas.
Este era el elemento diferenciador de niños y niñas cuando éramos pequeños. A los niños nos ponían a pegar patadas a un balón, emulando a nuestros ídolos futbolísticos, y las niñas jugaban a saltar la comba. Si una niña se ponía a jugar al futbol, le llamaban marimacho, y si un niño saltaba a la comba con las chicas, le llamaban rarito. Hoy, estos clichés se están rompiendo. Y es porque nos estamos dando cuenta, que ni una cosa es tan masculina, ni la otra tan femenina.
Es admirable el terreno que han conquistado las jugadoras de futbol femenino. Empeñarse en convertir el futbol de chicas en un deporte popular. Demostrando, que proporcionalmente, son mejores que sus homólogos masculinos, cobrando mucho menos dinero. Presionando para que se retransmita por televisión. Llenando el aforo de estadios como el Nou Camp. Después de que la selección femenina de futbol no paraba de ganar títulos mundiales y europeos, que los equipos españoles de futbol son los mejores del mundo, no se podía seguir ocultando la realidad. Han conseguido ganarnos el corazón. Abrirse un hueco en el deporte más machista que existe.
Este hito deportivo y social, ayuda a que una niña, si le gusta darle patadas a un balón, no se reprima por hacerlo. Estamos cada vez más cerca de ver, como algo habitual, que niñas y niños jueguen juntos al futbol formando equipos mixtos.
Pero es que ahora, para sorpresa de muchos, saltar a la comba está a punto de convertirse en deporte olímpico. El periódico El Español resalta como la selección española ganó en el campeonato del mundo que se celebró en Orlando (Florida), 5 oros, una plata y un bronce. Tres de las estrellas del equipo español son hombres: Pablo Polonio, Raúl Pérez y Miguel Escudero.
Saltar a la comba es uno de los ejercicios atléticos más completos. Se ha utilizado siempre como una tarea para entrenar a boxeadores. Con la comba conseguían aumentar su resistencia, su coordinación y ganaban en rapidez.
Quizás se asignó el juego de la comba a las chicas porque estaba exento de competitividad. Era un juego donde lo que primaba era el entretenimiento. Y donde lo que se hacía era una cierta demostración de agilidad. Fruto de ese intento persistente de alejar a las mujeres de la competencia, no fuera que ganaran a los hombres.
El salto a la comba sigue siendo un deporte minoritario en España. Pero no te sorprenda que conforme vaya ganado más popularidad, veamos a más chicos saltando la cuerda. Lo cual es muy bueno. Ver a niñas y niños jugando juntos, sin prejuicios, nos demostrará que caminamos hacia una sociedad más justa.