¿Sabéis cuantas tiendas de ventas de toldos han nacido en Barcelona en este último mes? Es impresionante cómo los nuevos empresarios aprovechan cualquier cosa para iniciar sus andaduras laborales, en este caso el calor y el agobiante sol que está haciendo. Y la verdad es que lo entiendo, porque hoy por hoy daría lo que fuera por tener un buen toldo en la terraza. Me han recomendado la empresa Toldos Clot y tras haber estado mirando su web creo que voy a acudir a ellos.
Y es que una terraza o un porche, o incluso un balcón sin toldo que lo cubra no es un digno lugar para pasar el caluroso verano y podría serlo porque donde seguramente no va a pasar ni gota de aire es dentro de casa. Está claro que quien tenga aire acondicionado, que no es mi caso, me dirá que prefiere pasar el verano en su salón bien fresquito sentado en un chaiselonge, pero ¿sabéis qué os digo yo? Que eso es mucho menos sano que sentarse a la fresca de la tarde al aire libre bajo un buen toldo que te cubra del sol y yo últimamente estoy intentando cambiar mis hábitos de vida y ser muy sana.
La realidad es que muchísimos de nosotros, bien por herencia o por compra, tenemos pequeños campos que usamos como retiros vacacionales o de fin de semana para salir del bullicioso ruido de las ciudades y llegada esta época del año si no tienes una buena piscina, o charca de agua en su lugar como tengo yo, y un buen porche con toldo donde tumbarte a la fresca es como si ese campito se convirtiera en las puertas del infierno con el sol de mediodía dando de lleno y abrasando el terreno a cuarenta grados centígrados.
Y el caso es que si te paras a pensarlo somos, todos, unos caprichosos. Cuando estamos en invierno estamos deseando que luzca el sol que empiece a hacer calorcito y miramos las toallas de playa con carita de corderos degollados de las ganas que tenemos de agarrarlas ya y salir disparados corriendo hacia el mar, pero luego llega julio o agosto y empiezan a venir las olas de calor, y empezamos a agobiarnos y a necesitar aire fresco como quien necesita una bocanada de aire para respirar y entonces miramos esas mismas toallas de playa y pensamos en bajar andando hasta la arena bajo la tortura del sol o en meternos en el coche recalentado que ya no está ni a cuarenta grados por el la solanera que está pegando lo ha puesto rozando los 50 y pensamos en ese bendito otoño que cada año tarda un poco más en llegar, al menos en las costas mediterráneas.
Pero sea como sea y prefiramos la estación del año que prefiramos la verdad es que a nadie le amarga un dulce y a veces es todo un lujo poder cenar al aire libre bajo un buen techadito que te resguarde de la humedad y algunos insoportables mosquitos.